Si para los creyentes la envidia es uno de los pecados capitales, la ciencia acaba de sumar una carga más a esta debilidad humana. Científicos japoneses han descubierto que el organismo del envidioso reacciona placenteramente (libera dopamina) ante el fracaso del "envidiado". Caso extremo si los hay es el del "rayador serial" cordobés, que no dejó 4 x4 sin rayar, ratificando que en esta sociedad el automóvil del vecino es siempre ese oscuro objeto del deseo. Sin embargo, dicen expertos, el envidioso es "tóxico", porque finalmente se frustra: el auto quedó rayado, pero no le pertenece.